11 de julio de 2011

Canto (El mismo dolor) (2004): Hace dos entradas comentaba mi reconciliación musical con Fito Páez. La adolescencia después de la adolescencia. Pero el viaje a España también fue definitivo para mi reconciliación con la música de Enrique Bunbury.

A principios de la década pasada y sin haber gustado nunca de la obra de Héroes del Silencio, las canciones de Bunbury casaron a la perfección en aquel imaginario personal lleno de canciones desérticas de forajidos con el alma agrietada que entonces construía. Algunos años más, luego de entrevistarlo, desmenuzar sus discos y verlo dos veces en concierto, me tropecé con la fortuna en forma de un disco doble llamado "El tiempo de las cerezas" en el que Bunbury compartía autoría con Nacho Vegas. En comparación con las canciones de Vegas -a quien conocí hasta entonces- y su propio repertorio previo, las de Bunbury me resultaban flojas y decepcionantes. Me sucedió lo mismo con "Helville Deluxe" (2008) y dejó de interesarme casi por completo, sin mencionar su millonaria gira con su grupo adolescente. Pero Bunbury volvió a sorprenderme con "Las consecuencias" (2010), tan buen sabor de boca me dejó que la distancia fue disminuyendo al punto de descubrir que sus viejas canciones no eran las únicas que habían envejecido bien.

Una tarde rumbo a Valencia con Andrés Correra hicimos escala en Zaragoza, tuvimos tiempo para visitar la Plaza del Pilar, la mítica Sala Oasis donde fue grabada una parte de "Pequeño cabaret ambulante" (2000) y ver en directo a la banda de su antiguo guitarrista Rafa Domínguez. Lo anterior, sumado a "Las consecuencias" y a que el preciso documental "Porque las cosas cambian" -recién salido del horno- me recordó que mi vida está muy ligada a las canciones de Enrique Bunbury, bastó para desenpolvar sus discos, dar play como antes y comprobar que el tiempo no cura nada.

 

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