19 de mayo de 2009

Diamond Joe (1970): Empiezo a observar con sospecha las recomendaciones que el simpático last.fm me hace cuando escucho alguna cosa determinada. Cuando estoy escuchando alguno de los nuevos cantautores de country o folk y reviso los artistas similares que la página esta me recomienda, pues ya no hay sorpresas, ya no hay nada que "me motive a". Ejemplo: si estoy escuchando a -digamos- Bonnie ''Prince' Billy y miro las recomendaciones, empiezo a encontrarme una serie de hombres menudos todos, con cara de perros hambrientos o colocados, tristes, adelante de una montaña o una casa vieja, o también junto a un carro destartalado o un caballo; en su mayoría llevan barba de 365 días o más; y la mayoría también usa algún seudónimo de una o dos palabras. Al principio me gustaba ese ambiente bucólico, como detenido en el tiempo. Pero ya no, es un tipo de impostura, de fotografía que no será. Empiezo a hartarme de los bonniesprincebillys, los billcallahanes, los ironandwines, los devendrasbanhart, los michaspehison, los raylamontagnes, los demianrices, los elvisperkines, los bandsofhorses, los williamfizstsimmons, los phosphorescents, los bowerbirdes, los horsefeathers, los sunkilmunes, los mwares, los casanetes, los jeitillmanes, los shearwaters, los lambchopes, los fletefoxes, los vetiveres, los wovenhanes, los boniveres, los okkervilriveres, los blitzentrapperes, los conoroberst, los sufjanstevenes, los joshritteres, los josesgonzales, los deathcabforcuties......

podría continuar porque cada día sale uno nuevo con una guitarra de palo, o en su defecto, una muy buena guitarra folk pero que parece de palo; y todos tocando ese mismo chacachá chacachá tan genuino y rico. pero tan lejano a este tiempo. Reconozco que me gusta ese sonido y muchos de los muchachos que menciono arriba, pero en serio empiezo a cansarme de lo mismo.

Lo lamento, pero hoy yo me curo con el gran Ramblin' Jack Elliott para seguir mirando hacia adelante.




13 de mayo de 2009

El sitio de mi recreo (1992): Las emociones se mezclan a la hora del café. El cielo de Madrid es grande pero chico para lo enorme que es Antonio Vega, que se fue dejando su tristeza y su nobleza en los corazones. Su mirada y el andar errante buscando un lugar -que quizás no existe- lo llevaron hasta abismos indeseables. Allí -luchando contra gigantes- encontró esa belleza urgente que se hace visible sólo cuando el fondo obliga. Ojalá que exista el cielo...