20 de octubre de 2010

Scare easy (2008): Quiso que su banda fuese una suma de los Stones y los Byrds y terminó humillando rocanrol de verdad, con amistad y humildad, trazando una estela en el tiempo. Cuando pienso en qué guitarra eléctrica me gustaría tocar, pienso en él y una Rickenbaker. Soy un seguidor devoto de sus canciones y su nasalidad y su languidez y sus discos y sus productores y sus grupos; como el que revivió en 2008, el de la adolescencia, con el que soñó brillar en el mundo y ser grande. Pues bien, una vez grande se permitió seguir brillando con un disco monumental que transpira country y rock en cada minuto, enseñándole de paso, y como quien no quiere la cosa, a decenas de bandas amantes del estilo "americana" de qué va ese asunto. Siempre ese así, como quien no quiere la cosa. De tarde en tarde Thomas viene a arreglarme la vida con alguna de sus tonadas sencillas, de esas que dan en el blanco y rompen el corazón. Felices 58 años querido Tom Petty.

 

9 de octubre de 2010

Nobody loves you (when you're down and out) (1974):


La irremediable sensación de pérdida después de hallar tesoro. La cruel verdad de saber que la suerte no existe y por tanto nunca estará de nuestro lado. La contradicción humana representada en el amor y la violencia. La tristeza hecha canción y tatuaje. La amargura de saberse incompleto y aislado. La felicidad hecha un arma recién disparada. La inofensiva palabra espeteda que duele en la memoria. Por siempre. Feliz cumpleaños, querido John Lennon.

 


Imagen tomada de: http://blogs.southflorida.com/citylink_dansweeney/2006/04/

6 de octubre de 2010

Hombre de ninguna parte (2010):
Historia de una canción: La primera vez que escuché la canción “Hombre de ninguna parte” aún no tenía título pero en ella germinaba todo el espíritu que hoy la abriga. Ocurrió en un estrecho bar bogotano el jueves 7 de mayo de 2009, Xoel López estaba recién desembarcado de Nueva York y le hacía frente al frío y a la altura tocando para unas cuántas personas que esperaban por él. Cuando la cantó sentí una familiaridad inmediata con la letra y con la música. ¿Por qué? El ritmo latinoamericano estaba presente como el Atlántico mismo, también la nostalgia que nos habita, la luna, los tambores, el barrio, los Beatles y la luz. Una postal sonora que contenía impreso parte de mi código genético (por no exagerar más). La noche siguiente volvió a cantarla no sin antes intentar explicar su origen: “Ya sé que os da igual, pero para mí es importante deciros que esta canción la hice hace un mes y la pobre no sabe ni de dónde es. Nació en Buenos Aires, se crió en Nueva York y ahora está de vacaciones en Bogotá. Lo que no sabe, igual que yo no sé, es dónde vamos a estar el año que viene”. La repitió una vez más al día siguiente volviendo a introducirle apartados del “Nowhere man” beatlero y trasponiendo la palabra “Colombia” en lugar de “nostalgia”, una paradoja extraña en la que hasta ahora reparo.

La versión grabada del concierto del día 8 en el teatro Astor Plaza me mantuvo cerca de ella, escuchándola y tarareándola cada tanto. Un año después, ya con la idea de La Caravana Americana en desarrollo, Xoel me hizo llegar una versión demo de “Hombre de ninguna parte” para que funcionara como promoción de los conciertos en Bogotá. La canción ya tenía nombre propio y había prescindido del artículo determinante. El ritmo brasileño de la guitarra acústica se acentuaba con un shaker y una exquisita guitarra eléctrica aparecía como una sombra o la nostalgia que hace mención en la canción; las voces la impregnaban de ánimo libertario y hippie a la vez que una percusión minúscula terminaba de darle la redondez perfecta a una pieza -ya clásica- de Xoel López.

Al igual que en el demo, en los dos conciertos de La Caravana Americana en Bogotá la canción contó con los coros de Lola García Garrido dándole un tono más colorido, o soleado, mejor, dotándola de una naturalidad festiva irrefrenable con el apoyo de un público delirante.

Mi última conversación con Xoel giró en torno a la versión definitiva de “Hombre de ninguna parte”. Su preocupación sobre la producción era seria. Temía que rayara en la horterez o que quedara vulgarmente sobreproducida. Quería “engordarla” un poquito pero la línea entre lo que quería y lo que no, era muy delgada. Tenía pistas de cuerdas, vientos, guitarras, percusiones, bajo, coros, voces y guitarras y no tenía muy claro qué dejar y qué quitar y en qué partes de la canción hacerlo. Buscaba el punto medio de algo hasta entonces inconmensurable. La estaba intentando acercar a la versión demo que yo conocía, pero se sentía haciéndolo en un terreno musical casi desconocido.

No se trataba de una canción pop, rock o folk con las que estaba habituado a trabajar. No se trataba tampoco de un género específico. El meollo del asunto era lo “latino”, ¿cómo conseguir que lo “latino” engranara el lado rock o pop con el lado folk? Para mí esa duda estaba resuelta desde que escuche la canción por primera vez, quizás porque yo he vivido siempre en este lado del charco, donde lo latino bulle en la piel de la tierra y por eso lo sentía en la canción. Pero para Xoel no es así, esta vez los referentes estaban alejados. Por otra parte la música debía ir de la mano con la letra y la preciosa postal que pinta.

Casi un mes después de dicha conversación, recibo en mi casilla de correo la versión definitiva y oficial de “Hombre de ninguna parte”. No dejo de impresionarme cada vez que la escucho porque al final Xoel ha conseguido lo que quería. Él lo expresa con precisión en unas declaraciones para la revista Efe Eme: “la canción empieza prácticamente sólo con la guitarra y termina con un montón de instrumentos a la vez. Algo parecido a lo que viví en este lado del charco, cuando llegué y casi no conocía a nadie y cómo acabé rodeado de amigos cantando. Creo que es un buen resumen de mis casi dos años en el extranjero”. A esto debo añadir que es una canción que condensa, ya no sólo un momento por el que Xoel López atraviesa, sino que lo define a como artista y como persona.

Suba el volumen, presione play y contágiese de la felicidad que le extiende “Hombre de ninguna parte”.