23 de julio de 2012

Go your own way (1977): "Como si ella le hubiese enseñado cuanto podría enseñarle y ésa fuera la lección final, para la que todas las anteriores lo habían preparado. Palpar y sentir el mundo, conocerlo de vista y de nombre y luego conocerlo con los ojos cerrados, de modo que cuando algo desaparece es posible reconocerlo por la forma de su ausencia. A fin de seguir poseyendo lo perdido, porque sólo la ausencia es constante. Porque puedes librarte de todo menos del espacio en que han estado las cosas".
Nicole Krauss. Llega un hombre y dice. 2003.

 

Hey that's no way to say goodbye (1967): "Quizás la amaba demasiado y sentía que no podía tenerla lo bastante cerca; que mientras ella fuera un ser aparte, sólo podría conocerla hasta cierto límite. Y, como lo más íntimo de ella siempre lo eludiría, ante el temor de que llegara a escapar él había girado en redondo y se había alejado para protegerse de la pérdida, mientras su voz se apagaba, cambio y fuera, como la de un piloto que va a la deriva por el espacio".
Nicole Krauss. Llega un hombre y dice. 2003.

 

2 de julio de 2012

Charly y yo

No viene nada al caso contar por qué la obra de Charly García ha sido tan importante en mi vida, tanto como la de los Beatles. Pero próximo a presentarse en Bogotá, y después de siete años de angustia y ausencia, se me antoja recordar en forma de canciones (sus canciones) las veces que Charly pisó tierra colombiana, o casi.


1989. Promesas sobre el bidet (1984): 27 años después de que editara su primer álbum y sólo cuando a los "genios" de la industria discográfica local les dio por armar una ridícula campaña llamada “rock en tu idioma”, vino García por primera vez a Bogotá. Yo tenía apenas nueve años y mi vida se iba entre mi afición por el América de Cali y las canciones de Juan Luis Guerra. Años después me encontré con ese documento audiovisual maravilloso que registra su primer concierto en la plaza de toros La Santamaría y las entrañables crónicas de Sandro Romero Rey y Eduardo Arias sobre el mismo.

Aquella noche, junto a Fernando Samalea, Fabián Quintiero, Carlos García López e Hilda Lizarazu, entre otros, cantó “Promesas sobre el bidet”, una plegaria de amor que años después traería a mis labios tantas veces. Aún, quizás.

   


1997. Cuchillos (1996): Pasaron ocho largos años para que Charly García regresara a Bogotá. Para entonces todo había cambiado, el mundo, Colombia, él y yo, por supuesto. Charly ya había iniciado su arriesgado y entretenido camino hacia el delirio y venía a compartirlo en el estadio El Campín. Say No More ya había adquirido forma de disco y de consigna. Escudado por la guitarrista María Gabriela Epumer y Mario Serra , entre otros, Charly encantó y decepcionó a partes iguales.

La noche del 21 de junio de ese año fui testigo solitario, porque solo estaba,  de un concierto mítico. Primero Fito Páez presentó su disco “Euforia” junto a la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Y unas horas después la felicidad, o Charly García. Aunque fue un concierto largo en el que García tocó teclados, guitarra, bajo y percusiones, cantó poco; pero trajo con él a Mercedes Sosa y todo fue amor. Fito también se sumó en algunos instantes después de cuatro años sin tocar con su mentor. Por vez primera cantó “El aguante” y casi todos los presentes aguantamos hasta el final, tres horas o más en las que fue y volvió. Lúcido, egoísta y grandioso. Junto a la Negra Sosa, cantaron “Cuchillos”, aquella extraña canción que siempre consigue detener el tiempo para ayudarnos a resucitar.  

   


2001. El día que apagaron la luz (2000): El fin de siglo trajo de regreso a Sui Generis bajo los efectos del concepto sónico y spectoriano que García había llamado Say No More o la técnica de Maravillización. Charly y Nito grabaron un disco, se presentaron en Boca y anunciaron una gira sudamericana que incluyó a Colombia. Mientras llegaban, Ana Lorena y yo disfrutamos como niños cada una de las pequeñas “Sinfonías para adolescentes” durante meses. Pero Sui Generis no vino a Colombia. Un empresario irresponsable me obligó a reclamar el dinero de mi entrada y a imaginar cómo habríamos coreado en El Campín mi himno del fin de siglo: "El día que apagaron la luz".

   


2002. Adela en el carrusel (1987): Pero la tristeza y la espera duraron poco. El siglo XXI se encontró  con un Charly García desatado que componía, grababa, giraba y provocaba. Como siempre. Al Sui Generis 2.0 le siguió el magnífico álbum “Influencia” y el anuncio de una nueva gira que me anunciaba, una vez más, felicidad.

Eran días de radio junto a Félix Sant-Jordi en un programa diario de dos horas que cada noche celebraba la canción popular hispanoamericana. Tuvimos la fortuna de ser la emisora oficial del concierto y de entrevistar a Charly vía telefónica durante un rato ambale, largo y emocionante. Durante la rueda de prensa pude comprobar que García es un vampiro. Una noche antes del concierto en El Campín, su guitarrista, María Gabriela Epumer vino a nuestro programa y conversamos de todo. Sería su última vez en Bogotá.

Aquella noche del 30 de agosto en la que Charly y los colombianos nos desquitamos de la cita fallida, la preciosa Ana Lorena y yo comulgamos en una ceremonia apasionada portando el brazalete que nos identificaba como aliados leales a la obra de García, pintándonos de plata y cantando desde el principio hasta el final. Los recuerdos están intactos, como cuando cantó en espanglish “Rain” de los Beatles y encarné la alegría, o cuando cantó “Adela en el carrusel” descifrando cada minuto de aquel año radiante.

   


2005. Perro andaluz (1979): El “emperador del universo” regresó tres años después a Bogotá. Y su regreso fue un testimonio de la voracidad vertiginosa con la que convivía. Si su concierto de 2002 fue perfecto, el de 2005 en La Santamaría fue caótico, pero no por ello menos emocionante. A su llegada al aeropuerto Eldorado espetó el ya famoso -y no menos cierto- “Saludos, Cocalombia” y quienes lo odiaban tuvieron más motivos. Vino con el trío de chilenos que ya llevaban varios años siendo su banda soporte y con un trío de cuerdas conducido por Alejandro Terán.

La noche del viernes 8 de julio de 2005 en La Santamaría, Charly estuvo tan inspirado como violento. Abandonó a la mitad “Quizás porque” para celebrar la vida del recién fallecido Pappo con “Sucio y desprolijo”. Invitó al productor Andrew Loog Oldham para cantar “Simpathy for the devil” -una canción de sus pupilos-, quien además se aprestaba a colaborar en el nuevo proyecto de García: “Kill gil” o cómo consumirse entre un disco conceptual.

Mi memoria se confunde entre sentimientos encontrados. Recuerdo mi felicidad compartida con Ana María; Charly nos hizo querernos desde el primer día a ella y a mí. Pero también recuerdo el fastidio que me producía cada llamada telefónica que mi novia de entonces, recibía con una sonrisa desvergonzada que levantó en mí sospechas fatales. En medio de la locura, Charly sorprendió con “Perro andaluz”, una joya de Serú Girán que, como si tratándose de un oráculo, anunciaba el presente y el futuro.

   


2009-2012. Necesito tu amor (1987): Luego del enorme susto y temer por un feo final para Charly en 2008 y después de su asombrosa recuperación en 2009, se anunció su regreso para el alivio de todos los que lo queremos vivo y bien. Y sí, volvió a tocar y a cantar acompañado de una banda muy poderosa que lo mima hasta el sol de hoy. La gira “Tengo que volverte a ver” marcaba a Bogotá como uno de los destinos para celebrar la vida y la obra de García, pero como en 2001 volvía a quedarme con las ganas, asuntos contractuales aplazaron la fiesta durante tres años. Hoy lunes 2 de julio de 2012, el El Parque Metropolitano Simón Bolívar será, por fin, el escenario ideal para el regreso a Bogotá del músico hispanoamericano más grande en la historia del rock.

Muchos días pasaron desde la última vez y hoy soplan vientos diferentes. Y una vez más, como siempre, las canciones de Charly son necesarias. Y la alegría, también. No digas nada.

   


Coda. King Kong (2010): Y García volvió a Bogotá. Aún me cuesta describir todo lo que sentí. Las emociones se me enredan pero debo decir que es el concierto más hermoso y emotivo que he presenciado de Charly. Verlo vivo, bien y haciendo lo que más ama fue suficiente. Sólo Wolf, mi hermano, sabe con exactitud qué me pasó. Al final de la noche el cénit de la luna se juntó con el recuerdo de los días felices.