No te creo (2002): La pesadilla era recurrente. Cada vez que se presentaba despertaba y caía en una larga vela. Siempre era lo mismo: un tropezón inesperado con una caja de pandora que no buscaba y que no abría pero le dejaba preguntas sin respuestas y mucha desazón. Más allá de que ese correo electrónico no le estuviera dirigido y que hubiese sido enviado desde su propio computador, lo que le molestaba profundamente era el uso de signos de interrogación y, sobre todo, del diminutivo en la única palabra que aparecía en el asunto de aquel mensaje. Llevaba soñando aquello desde hacía tanto y con tal detalle, que ya no tenía claro si se trataba de un sueño o de un evento verdadero y desafortunado.