Lunes otra vez (1973): El matinal cielo bogotano de este febrero ya casi moribundo está más gris de lo habitual. Aturde y destiempla el alma, provoca de todo menos levantarse de la cama para hacer lo que hay que hacer. Al medio día el sol sigue sin aparecer y el ocaso es impercetible. Así es Bogotá, así ha sido siempre. Plomiza e indiferente. Y si a eso se junta la sensación de un lunes inaplazable pues la cosa se pone peor.
Esta mañana al asomarme por la ventana no había sol pero sí nubes y frío. Mientras miraba al cielo mi pensamiento fue atravesado por una antigua y extraña reminiscencia a la que sobrevino una canción que tarareaba hasta el hartazgo hace muchos años. Hoy he vuelto a hacerlo, la he cantado todo el puto día como un demente, con una sonrisa genuina, y juraría que algo de sol ha entrado por las rendijas de la persiana, como cuando las dulces armonías vocales de Charly García y Nito Mestre se adentraron en mí para hacerle frente a la tristeza hasta vencerla.
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