31 de marzo de 2010

Jesús en el jardín (1974): Tercera de 7 canciones dedicadas al tipo que murió en la cruz, alguno de sus discípulos o algún episodio de su corta vida. 7 canciones sobre Jesús en plena Semana Santa.

Sin duda el episodio de la vida de Jesucristo que más me pica es el que se conoce como "la oración en el huerto de Getsemaní". Haya ocurrido o no, el acontecimiento es bellísimo y poético. Basta imaginarse al hombre, al hijo de Dios, cargado de miedo al dolor y a la muerte misma, suplicándole a su padre que le eche una mano, que lo aleje del sufrimiento, que lo proteja, que no lo deje solo. En apenas una plegaria tan poderosa y desesperada la humanidad vence a la divinidad; como prueba de esta batalla -en la que reinó la duda- quedan las gotas de sangre y horror de un hombre abandonado a una suerte que el destino le ha trazado.

En 1970 Tim Rice y Andrew Lloyd Webber dieron vida a la opera rock que narra la vida de la superestrella Jesucristo. Montada, grabada e interpretada centenares de veces, siempre la segunda parte del segundo acto se convierte en el momento cumbre de la obra; "Getsemaní", resulta escalofriante y lapidaria, y quizás se acerca mucho a lo que pudo ocurrir en aquel desgarrador monólogo hace dos mil años.

En 1974 Richie Ray y Bobby Cruz al borde de la conversión y arrepentimiento grabaron su propia versión de "Getsemaní"; aun así, la canción produce los mismos efectos que en otras versiones. Ya lo dijo alguien antes: la canción siempre es la misma.

 

30 de marzo de 2010

Canción III (1972): Segunda de 7 canciones dedicadas al tipo que murió en la cruz, alguno de sus discípulos o algún episodio de su corta vida. 7 canciones sobre Jesús en plena Semana Santa.

La figura del Cristo pescador y carpintero y sus enseñanzas contenidas en los evangelios calaron profundamente en la generación contracultural de finales de los años sesenta en el centro y comienzos de los setenta en la periferia. La juventud miltante asumió el mensaje del Nazareno como consignas propias, por lo que amar al prójimo y poner la otra mejilla pasó a ser parte de su forma de vida y pensamiento. El jipismo asumió el ropaje del cristianismo primitivo pero sin una carga martirizante que los convirtiera en santos.

Cristo fue aclamado entonces como el primer jipi, el primer revolucionario y el primer tantas otras cosas; y llegaron las canciones, las leyendas, la mitología y la mitomanía recargadas. Operas rock, discos conceptuales y canciones, traían de vuelta al héroe de viejos tiempos, los de antes que la Iglesia fuera Iglesia y acribillara hombres en nombre de "el Hijo del Hombre".

En 1972 al sur de la periferia suramericana, un jovencísimo Raúl Porchetto encarnaba a nuestro invitado en su primer álbum: un arriesgado disco conceptual llamado Cristo Rock. En esta cancion titulada escuetamente Canción III -quizás para burlar a la censura- Cristo baja de las nubes para pedirle cuentas al Papa por el sinfín de atrocidades cometidas en su nombre.

 

Dato curioso, el cristo del rock argentino se estrenó en este disco como tecladista y corista, mientras fraguaba su debú en el que cantaría los siguientes versos: "Y vuelvo a caminar y empiezo a recordar: mi casa, mi padre y Jesús".
Jesus is just alright (1969): Primera de 7 canciones dedicadas al tipo que murió en la cruz, alguno de sus discípulos o algún episodio de su corta vida. 7 canciones sobre Jesús.

Los artesanos de la canción y la música popular -tan popular como él- recurren a su figura, a su vida y obra -la que se narra en el Nuevo Testamento y en los apócrifos- para cantar sobre un hombre sencillo convertido en oustsider por obra y gracia de acontecimientos que desconocemos. Jesús, hijo de su padre y de su madre y amigo de sus amigos, se inventó quizá esa forma de vida o la hizo absolutamente atractiva: la del perseguido bienhechor que una vez cazado se convierte en ídolo máximo.

Dos mil años después dicho oficio mantiene su espíritu romántico sólo en las historias de antes y en los cantares épicos que alcanzan el siglo XXI en vinilos polvorientos cuyos surcos revelan la historia de algún hombre, su sacrificio y la gloria eterna en tres minutos.

En 1969 los Byrds moldearon este himno religioso norteamericano hasta convertirlo en un loop-mantra hipnótico.

 

25 de marzo de 2010

Cuando me muera (1975): Independencia grita el pueblo americano. ¿O no? 200 años después casi todo sigue igual. Héroes sí, pero no son los de los billetes. Los proscritos nunca estarán en los billetes, ni en los sellos postales aparecerá su nombre. Al menos no en Colombia. La historia olvida lo que la memoria preserva.

Humberto Monroy, héroe entre héroes del rock colombiano y la palabra hecha canción, nunca aparecerá en las estampillas. Murió hace 18 años, proscrito por la historia y por la ley; héroe en la memoria y el corazón. La independencia tomó cuerpo en su voz y en sus canciones.

Canta el cantor de la Provincia de Santa Fe -al sur del continente del sur-: "Todo está clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia". Mientras suene una canción de Humberto Monroy en algún rincón de la Tierra, la memoria latirá celebrando la vida, celebrando la independencia.

 

Andrés Ospina escribió hace tres años una sentida y estupenda semblanza sobre Humberto Monroy titulada "15 años sin el precursor" que hoy y siempre valdrá la pena revisitar.

18 de marzo de 2010

Clocks (2002): ¡Joder! Han pasado dos semanas y la sensación sigue siendo la misma. ¡Joder! No iba por nada y volví cargado de emoción y con la impresión de haber vivido uno de los momentos más bonitos de mi vida.
El primer vals llamó a la alegría irresistible y esta bajó incontenible. Huraños afuera. Luego todo lo demás: ejecuciones perfectas de piezas pop magistrales -como los Beatles, sólo hasta ahora pienso en que ellos lo hacen como los Beatles-; luces de fuego multicolor iluminando el cielo azul de Bogotá; luces de todos los colores que emanaban del techo, del piso y de la pantalla; piezas de pop magistrales que ya hacen parte del inconsciente colectivo del planeta Tierra; una banda de estadio en su mejor momento liderada por un cantante más carismático que Cristo y que parece un saltimbanqui conquistando y rompiendo corazones solitarios; y piezas de pop magistrales que me han hecho sonreír y sentir latir mi corazón no pocas veces. En medio de todo eso Wolf y yo, grandiosos y felices desbordando endorfinas en todas las direcciones como rayos poderosos, Wolf y yo como locos, grandiosos como niños chiquitos en el medio de un concierto de... digamos Coldplay.
¡Joder! Y yo que me creía Steve McQueen.

La tercera canción fue un disparo al corazón. Directo y con una sentencia socarrona y casi genial... (se viene la frase obvia, obvio)... ¡Viva la vida!

 

4 de marzo de 2010

Tears of rage (1968): Mi amor con The Band fue a primera vista y se llamó The Last Waltz. En la enorme película del grandioso Scorsese me encontré con cinco tipos añejos y cargados de una historia que podría resumir el rocanrol y sus raíces. Su sonido abarca todo lo supremo y divino que ha dado la tierra fértil del sur de los Estados Unidos. Suficiente con mirar la lista de amigos que participaron aquella noche a afinales de 1976 en el Winterland Ballroom en San Francisco para comprobar de qué iban estos tipos.

Entre ellos uno se destacaba ante mis ojos y mis oídos, el "cantante solista" de la banda, como lo llamaban los demás -en The Band tres de los cinco multiinstrumentistas cantaban-. Recuerdo la escena en la que aparece echado en un sofá contándole a Scorsese cómo sobrevivían en los días duros, antes de Dylan y la gloria eterna, robando pan y salchichas en algún supermercado; allí vi a un ser desvencijado del mundo y solitario, que sabía que algo le faltaba para estar completo, pero que sabía también que nunca encontraría la rueda que desde antes del principio se le había escapado y lo había condenado a un sino trágico.

Pero frente al piano y al micrófono las cosas cambiaban mucho. La maestría afloraba de sus dedos y su frágil voz -que lo conectaba con su mundo personal-, para sentar cátedra de soul, blues, gospel, country y rocanrol; para insuflar vida -de su poca vida- en las almas que también han buscado su propia rueda suelta. Al escucharlo, su voz cascada y ese falsete escalofriantemente hermoso se convierten en la luz que todo lo-cura.

Una noche después de un concierto, el ángel caído decidió no buscar más y colgarse de una soga eel baño de un hotel. Luego brilló para siempre.

La sensibilidad devastadora de Richard Manuel selló la carrera de The Band con esta canción que abre la discográfia del mejor grupo norteamericano de todos los tiempos.

 

1 de marzo de 2010

Learning to fly (1991): Pasan los años y el rubio sigue ahí, en la cima de la montaña, irrandiando honestidad, resistencia y sabiduría; se mantiene impasible con una sonrisa inconfundible y rebosante de alegría pura que contagia.

Quisiera recordar con precisión cuándo fue la primera vez, pero no lo consigo; porque aunque lo intente mil veces sin una respuesta concreta, siento que sus canciones, su sonido y sobre todo su voz me han acompañado siempre -y no me refiero a desde chiquito, sino a otros tiempos, otras esferas-. Esa sensación inefable.

El rubio acaba de anunciar que él y su banda gloriosa, poderosa y sabia también, han grabado un nuevo disco. Seguramente un registro magistral que le enseñará -quiéranlo o no- a las nuevas generaciones que la música grandiosa se hace con humildad; libre de cualquier pretención más que la de pasar un buen rato junto a los amigos en el garaje de una casa cualquiera.

Vio dios que el rocanrol era bueno y decidió llamarlo Tom Petty. Larga vida.



¿Se detuvo tu tiempo? ¿Aprendiste a volar?